miércoles, 21 de enero de 2015

Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: He combatido bien mi combate".



Oficio de lectura
Segunda lectura
(Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50,480-484)
He combatido bien mi combate
Pablo encerrado en la cárcel , habitada ya e en cielo  recibí los azotes y heridas con una agrado superior al de los que conquistan el premio en los juegos; amaba los sufrimientos  no menos que el premio ya que estos mismos sufrimientos para él, equivalían el premio; por esto os consideraba como una gracia. Sopesemos bien lo que esto significa. El premio consiste ciertamente en partir para estar con cristo; en cambio, quedarse en esta vida significaba el combate; sin embargo, el mismo anhelo de estar con Cristo lo novia a diferir el premio, llevado del deseo  del combate, ya que los juzgaba mas necesarios.
Comparando las dos cosas, el estar separado de Cristo representaba para él  combate y el sufrimiento. Por el contrario estar con Cristo representaba el premio sin comparación, con todo  Pablo, por amor a Cristo, prefiere el combate al premio.
Alguien quizás dirá que todas estas dificultades él las tenia por suaves, por su amor a Cristo, también yo o admito, ya que todas aquellas cosas , que para nosotros son causa de tristeza, en él engendraban el máximo deleite. Y ¿para que recordar la dificultades y tribulaciones?  Su gran aflicción lo hacia exclamar: ¿quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que este yo en ascuas?
Os ruego que no  solo admiréis, sino que también imitéis este magnifico ejemplo de virtud: así podremos ser participes de su corona.
Y sin alguien se admira de esto que hemos dicho, a saber , que el que posea unos meritos similares a los de Pablo obtendrá una corona semejante a la suya  que atienda a las palabras del mismo Apóstol: He combatido bien mi combate , he corrido hasta la meta , he mantenido la fe . Ahora me guarda la corona merecida, que el Señor, justo juez, me otorgará aquel día; y no solo a mí sino también a todos los que hayan esperado con amor su venida. ¿Tedas cuenta de cómo nos invita a todos a tener parte en su misma gloria?
Así pues, ya que a todos nos aguarda una misma corona de de gloria, procuremos hacernos dignos de los bienes que tenemos prometidos.

Y no solo debemos considerar en el Apóstol la magnitud y excelencia de sus virtudes y su pronta y robusta disposición de ánimo, por las que mereció llegar a un premio tan grande, sino que hemos de pensar también que su naturaleza era en todo igual a la nuestra ; de este modo las cosas mas arduas nos parecerán fáciles y llevaderas y esforzándonos en este breve tiempo de nuestras vida, alcancemos aquella corona incorruptible e inmortal, por la gracia y misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el imperio ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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