17 de enero. San Antonio el Grande,
padre de los monjes (+
356). Apóstol. 2 Pe.
1,1 – 10. Carta a los Heb. 13,17 – 21. Lectura del Santo
Evangelio según San Marcos. 13,1 – 8; San Lc.
6,17 – 23.
Tono: 8º. Grado: 2ª.
Carácter: Ayuno Leve
El
admirable patriarca de los monjes, san Antonio (o san Antón como también suele
llamársele), nació en Como de Egipto, de nobilísimos y cristianísimos padres,
los cuales murieron siendo él de edad de diez y siete años. Entrando pues un
día en la Iglesia, el tiempo que se leía
aquel Evangelio en que el Señor decía a un mancebo: “Si quieres ser perfecto ,
ve y vende todo lo que tienes y dalo a pobres , que así hallaras gran tesoro en
lo cielos: Antonio tomó tan de veras aquellas palabras, como si para él solo la
hubiera dicho Cristo nuestro Señor, y volviendo a casa dió a su hermana la
parte de la hacienda que le correspondía y repartió todo lo demás a los pobres:
Había ya en el desierto algunos solitarios, y entre aquellos uno a quien el
santo se propuso imitar, aunque como abeja solicita también iba a visitar a los
otros monjes, para tomar de todos como de flores, con que labrar la miel de su
devoción, y sacar en si un perfectísimo retrato de las virtudes que veía en los
otros: Pero el demonio temiendo tan grandes y gloriosos principios, le asaltó con todas las fuerzas,
presentóle rudo combate el mismísimo demonio, tentándole reciamente para que
dejase a soledad, acometiéndole con la llama de los apetitos libidinosos,
apareciéronle en figura de una doncella sobremanera hermosa, y lasciva y
atormentándole, ya con sus gritos, alaridos y horribles visiones de monstruos
infernales, bajo la figura e diversos animales y sobre todo de cerdo, de donde
vino la costumbre de representarlo con uno. Ya con azotes y otros suplicios,
hasta dejarle como muerto. Triunfo el santo de todo el poder del infierno, y
aun acrecentó sus austeridades, encerrándose en la cueva de un castillo
desamparado, donde moró por espacios de veinte años, (preparábase para esa
misión con largos años de penitencia en los desiertos de Egipto) hasta que
viniendo a él muchos hombre tocados de
Dios, que querían vivir debajo de su santa instrucción, salió de su
encerramiento y comenzó a fundar muchos monasterios, es el fundador de os
cenobitas, o monjes que viven la vida común en un cenobio, los cuales fueron tantos, en que aquellos desiertos parecían ciudades
populosas, habitadas por ciudadanos del cielo. Sabiendo pues que muchos
cristianos eran presos en las persecuciones de Maximiliano y llevados a
Alejandría, encendiéndose en gran deseo del martirio; servíales en las
cárceles, acompañábales en los tribunales, animábales en los tormentos,
muriendo porque no muriendo por Cristo: mas no quiso el Señor que acabase con
el filo de la espada la vida del que era padre y maestros de innumerables
monjes. No se puede fácilmente creer la grandeza de los milagros que obró el
Señor por este su siervo fidelísimo, como la muchedumbre de enfermos que
prodigiosamente sano. Finalmente habiendo vivido ciento cinco años, y llenado
el mundo con la fragancia de su santidad y de sus milagros y victorias, mando a
solas a dos discípulos suyos que en muriendo, le sepultasen, sin que ninguno
supiese el lugar donde estaba enterrado y despidiéndose luego tiernamente de
todos, extendió los pies y miró con alegría la muerte, como quien veía los
coros de los ángeles que venia por su alma para llevarla al cielo, (Murió en el
356).
Reflexión: San Juan Crisóstomo decía: “Si alguno
viniere a los desiertos de Egipto, hallará que están más amenos y deleitosos
que el paraíso, y verá innumerables compañías de ángeles en figura humana, y
ejércitos de mártires y coros de vírgenes, y la tiranía del demonio derribada y
el reino de Cristo resplandeciente”. ¡Oh, qué bien estaría la sociedad si se
gobernase por las leyes del Evangelio! Fuerza tiene hasta para formar ciudades
de santos, ¿cuánto mas, para hacer a los ciudadanos, medianamente virtuosos?
Desengañémonos; al paso que la sociedad se acerca a Dios se va tornando en
paraíso; y al paso que se aleja de Dios se convierte en infierno. Y lo mismo
pasa en la familia.
Oración: Suplicámoste, Señor, que nos recomiende a
ti la intercesión del bienaventurado Antonio abad, para lograr por su
intercesión lo que no podemos alcanzar por nuestro meritos. Por Jesucristo,
Señor nuestro. Amén.
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