viernes, 30 de octubre de 2015

Estudio nº 2: El Espiritu Santo, obra en La Liturgia, obra de la Santísima Trinidad.


Estudio nº 2: De  como el Espíritu Santo desde la creación en  La Divina Liturgia,  corrobora la asamblea, las buenas obras y la conversión del corazón.
                                                                                                                                                                 Stephanos

El abrir los oídos,  poseer una mentalidad del Reino, refiere a realizar una lectura de los profetas y a Jesucristo, en La Liturgia si nos dejamos llevar no dejaremos que los malos pensamientos afloren como  la insensatez, o  lo que contamina, recordemos a los fariseos, ellos cumplían pero se olvidaron de lo esencial, su prioridad en la adoración al Dios único y verdadero era el cumplimiento veraz de sus tradiciones,  con un corazón de concupiscencias donde el amor y la misericordia eran llevadas por el viento sin medir sus consecuencias. El apóstol san Pedro nos anima con sus palabras que a Jesús “Dios lo hizo Señor y Cristo”, enviando el Espíritu Santo prometido, un poder detrás, que precede  a la ley natural, soplando como en el principio de la creación, su espíritu, esto es causa del venir de la vida divina, compartiéndose en la forma de los Santos Dones,   ya en la creación el hombre fue llamado a compartir en cierta medida el aliento vital de Dios (Génesis 2, 7), somos logoi como se dijo en el articulo anterior (1). Es conveniente aceptar esta doctrina para nuestra vida, el espíritu que actuaba en Cristo y en los apóstoles como en los santos, en los mártires y confesores, vírgenes, y reyes, es el mismo que actúa ( ) en vosotros, y que permite realizar los signos de Dios, del Reino, de amor justicia y paz, que esta ya esta en el mundo, en un anticipo en la Iglesia, siendo la novedad el mismísimo Reino, El Espíritu Santo nos acerca al misterio de Dios y nos hace comprender  quien es Dios
 

El habitáculo de los Santos Dones, el Artophorion, la custodia de la iglesia

 

Con La Divina Liturgia aprendemos que la era apostólica no cesó, tenemos su promesa, (Efesios 4, 11) se predica, Dios  va a enviar,  Dios ya lo ha establecido, Dios tiene la respuesta y nosotros la actitud de “perseverar en la doctrina”, pidiendo por la paz del espíritu y la salvación del alma. El estar comprometido, predicar la palabra el dar la vida por Cristo es la mejor predicación.

Rezamos en las Letanias: solicitando por el don de la fraternidad

a.- “Por la paz que viene desde lo alto y la salvación de nuestras almas...

b.- "Por la paz del mundo entero..."

c.- "El bienestar de las Santas Iglesias de Dios…. por la unión de todos”

d.- Por "este santo templo”

e.- Rezamos por los "patriarcas, metropolitanos, arzobispos y obispos,"

f.- oramos para tener un amor cristiano veraz, sensible, aceptando el beso del leproso.

g.- Recurrimos en la letanía a la intercesión poderosísima de la Doncella María, “y con todos los santos”, proclamando a viva voz su ayuda, encomendándonos unos a otros a Jesucristo para que nos conduzca Él en su santa voluntad para ser signos e instrumentos de la compasión
 
 
El amor a María Doncella
 

El cumplimiento del corazón,  elegimos con nuestras actitudes como actuamos ante las mentiras, el descreer, el diálogo el velo queda en el olvido.

Obedecer a la sensibilidad a los deseos del Espíritu Santo.

 Se entonan las antífonas una a la vez  por parte del clero  el Salmo 102 y 145 siendo representativos,  en los designios de Dios de que  nadie se preocupe, se representa las buenas obras de Dios a los hombres, el discípulo fiel, “glorifica”,  “bendice” al Señor por la salud y los bienes recibidos,  limpiado, otorgando sanidad de nuestras dolencias. "Digamos todos con toda el alma y con toda nuestra mente digamos."  

En La Liturgia se nos insta a arrepentirse y rogad humildemente el perdón de los pecados, actuando el espíritu compungido en el corazón (el alma), en cada fiel en la misericordia. Luego se entona el tropario (dominical, de la festividad, o del santo) y otros cantos, mientras tanto el sacerdote, en silencio ora solicitando al Padre Celestial, alabado por los querubines y los serafines, recibir de nosotros el canto (triságion) angelical, perdonar (en la misericordia) los pecados, santificarnos y darnos fuerzas para servir correctamente a Él; El Señor nos toma en sus manos y nos sumerge en su amor, es el baño de la redención, de purificación y de un nuevo nacimiento. El final de esta oración: "Porque eres Santo, ¡oh, Dios nuestro! Y a ti elevamos gloria, Padre, Hijo Y Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos, amén",  la pronuncia en voz alta. Con una actitud modesta pero afianzada en la esperanza reconocemos los pecados que realizamos, ser perdonadores, confiando en La Divina Providencia y ejerciendo la caridad concreta, con las palabras “catecúmenos salid”, (aunque ahora está en deshuso) es un pedido firme de reconocer como debemos presentarnos ante Dios con un corazón limpio y agradable a su mirada.

Los Muy Reverendos sacerdotes, en el Akhatistos
De este modo el escogido, como creyente  “busca el Reino y su justicia” (San Mateo 6, 33) dependiendo de Dios, abandonándose  en sus manos, que es lo mejor de Dios para mi.

Congregarse en asamblea de fieles, estimularse a las buenas obras y a la comunión fraterna unos a otros, en el gobierno del Espíritu Santo, es Él celoso y nos pide arrepentimiento, nosotros tenemos que ser celosos de la Palabra de Dios tenerla en la más alta estima, lo apreciamos cuando el diácono se para delante de las Puerta Reales y con fuerza proclama ¡sabiduría estemos atentos! el respeto en nuestra actitud y postura al  mirar a las Santas Escrituras, al Evangelio como al mismísimo Jesucristo, la cabeza ligeramente inclinada persignarse antes y después de las lecturas y hacer tres reverencias, el coro entona:

"Venid, inclinémonos y postrémonos ante Cristo. Sálvanos ¡oh, Hijo de Dios! resucitado de entre los muertos, a los que te cantamos: Aleluya."

Dios hiere, toca nuestro corazón lo transforma colocándonos un corazón de carne, solicitando en oración un espíritu nuevo para hacer la voluntad de Dios, prometiendo enmendar nuestro camino con la firme convicción de mejorar como personas, vivir como iglesia, es el Espíritu que nos guía en la oración, el alma de nuestra esperanza y el oasis de nuestro gozo.
El amor a la Divina Liturgia surge del dinamismo del amor de Dios.  

La hondura de la fe, es  revelarnos a Cristo muerto y resucitado, hablamos de el con generosidad y hospitalidad, nos impulsa el testimonio de la convicción, “yo se que mi Señor vive”, valentía y audacia son dos virtudes necesarias para esparcir el mensaje, respaldado con la fuerzas del Espíritu. El Señor confía su Iglesia confía en nosotros, es la enseñanza que aprendeos de La Divina Liturgia, y no nos desampara (Efesios 4, 5), el camino del bien se llama el del amor


El Muy Rev Pater Gregory  en la homilía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario