| La mirada constante al Jesús el Pantocrátor "Rey de gloria" |
La oración del corazón.
Por Stephanos
“El único poder que tenemos sobre Dios es
la oración”. (Anónimo)
Historia.
Su importancia, método. La oración como
método de acercamiento.Historia:
En la oración interior con el
komboskini, se recita la oración de Jesús del publicano, practicada
por muchos místicos, aprobada por la Santas Escrituras, por la Iglesia y por la
santa Pedalion. El ángel se le aparece
al santo varón Antonio Abad, ante la pregunta que debía hacer
para ser salvo, ve al mensajero que
posee una cuerda, que se inclina, hace
la señal de la Santa Cruz, y recita la oración del komboskini, ·”haz esto y vivirás”.
Ante este acontecimiento importante, la
sal de la vida, acompaña la vida del
ortodoxo que sinceramente, toma esta arma para resistir las maquinaciones del
maligno con la actitud de revestirse de la armadura de Dios, la espada del espíritu.
Importancia.
Debemos
estar agradecidos porque podemos llegar a Dios, hablar con Él, contarle nuestros problemas, dolores, alegrías
y tristezas:
“Señor
te amo,
Señor,
te deseo un buen día”
Parece
infantil, pero surge de un corazón sincero y abierto a la iniciativa y voluntad
de Dios:
“Te
necesito, tú lo sabes todo, sabes que te amo”.
Lo
primero es reconocer y conocer que damos ese primer paso, es el amor que se
cree y se vive.
Método.
El
komboskini es una oración letánica, que
permite unificar y aquietar la mente del ‘bombardeo’ de la vista, en esta
sociedad liquida. El rezo constante logra un reposo en el espíritu, abriendo el
corazón, la casa, en la voz de uno que se mantiene en la vigilancia (nipsis)
que es Cristo.
En
palabras de Su Beatitud Yuri, Emigidiusz Ryzy, “orar sin cesar”, imitando a San
Pablo, con el komboskini, se empieza a transitar en la reflexión contemplativa
de la vida, muerte y resurrección de Jesús, de la mano de la Doncella María,
Odigitria, que significa ‘la conductora’, la que nos lleva de la mano para
estar con Jesús. La entrega generosa de Jesús
en la cruz, su Resurrección, no son dos estancos separados, es una unidad que nos lleva a caminar de la oscuridad a la
luz, y la “recitación”, de la oración “Señor
ten piedad”, nos ayuda a poder ver el universo de la interioridad con los ojos
de Dios, ver lo transparente, con los ojos del corazón.
En
la letanía, se predispone todo nuestro ser, sabernos desde ya que estamos ante la
presencia de Dios, de un amor muy grande (S. Jn 3, 16)
“El que reza ama.
El que ama reza”.
Presencia de lo Divino que habita en el que reza, en lo sutil, en la suavidad
del Espíritu que va habitando nuestra alma:
“Si
rezo más me lleno más del Espíritu Santo”
La oración, no puede enseñarse, la experiencia es personal,
propia de los místicos.
Es el amor puesto en práctica en lo concreto, como
recomienda San Pablo, en sus epístolas
(Colos. 4, 2; Efe. 6, 18).
“Señor
Jesucristo, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mi pecador”.
La auténtica devoción, es la claridad de quien es
Dios (Deut. 32, 4) de quien es su Madre,
que nos conduce porque nos precedió en la fe, en la escuela de María, en el
‘si’, que posibilito el plan de Redención.
La oración es un encuentro: el Santo Abad Isaías, dice
de la oración de Jesús que es un espejo para la mente y una linterna para la
conciencia, es una frase muy bonita, que define la oración de una manera
sencilla, simple, pero muy profunda.
Es la amistad en acción del amor de un Padre celestial
amoroso, a sus hijos.
En el rezo del komboskini, en la oración del corazón, se hace la experiencia personal,
intima, comenzamos a escuchar el interior, la nepsis, como la tranquilidad que supera todo pensamiento. el golpeteo, el bombardeo de lo visual que no afecta, porque se posee la vigilancia perseverante (sobriedad y silencio). pero este silencio, en la hesiquía, implica el acercamiento y el reconocer al Todopoderoso, en la vivencia del bautismo e impregnarnos de la luz tabórica
No es extraño que en el rezo, la mente se disperse, y
comience a aparecer rostros, proyectos, dolores, angustias, que se van sumando
a la letanías, sin embargo, aquí está el punto, su dimensión letanica, nos da
el ‘sostenimiento’, la seguridad, la certeza, la perseverancia, que en ese
murmullo nos mantiene vigilantes.
La
oración de Jesús, sencilla, es el reconocimiento
de Jesús, como el kyrios, el Señor, el Cristo, una verdadera confesión de fe y
por el otro expresar nuestra necesidad de amor. Es una piedad, de delicadeza
amorosa, de hablar y de decirle a Dios que lo amamos.
El ortodoxo que pasa las cuentas, experimentara como
afina su campana interior. Es un trabajo práctico, un medio, donde permitimos
recibir y emplear el poder de la energía (caris), siempre presente desde el
bautismo.
Hay otro tipo de oraciones, por ejemplo es muy bueno
usar las expresiones bíblicas, la de los Salmos.
La expresión en el komboskini, es del enamorado, en el continuo reconocimiento
de que amamos al Señor, ‘estoy dormido, pero mi corazón vela’ (Cantar de los Cantares 5, 2). La elevación,
en la oración, hace acrecentar el amor
espiritual y la transfiguración.
Hay que dejar que el corazón mande, solo hay que
comenzar, el Espíritu comienza a actuar en el corazón, mientras nosotros seguimos
extendiendo el Reino, en la independencia del corazón, creciendo y edificando,
en la casa, en la fe, en el barrio, en la ciudad, en nuestro trabajo o lugar de
estudio. El ortodoxo dedicado, comienza a ver ya un anticipo de la realidad
espiritual en este mundo, esperando la
corona de justicia que Cristo nos reserva. El que reza comienza a ver la
realidad del Espíritu Santo en este mundo; la inocencia del niño, que cree porque la
espiritualidad actúa, la belleza surge y
la ascesis se potencia, dando como resultado la resurrección antes de la resurrección
universal .
Stephanos Mariano Tisera Iñiguez.
ordendelsur@gmail.con
Para ser presentado al Patriarcal Ateneo San Marcos.
Archieparca para la República Argentina. S
E Rev Lic Teofano
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