domingo, 29 de noviembre de 2015

Ser en Dios, la meta del peregrino


SER EN DIOS, la meta del peregrino.  
                                                                                  Stephanos
La meta del peregrino es la deificación que comienza en la tierra.
En la cotidianidad parecería que hay una lucha entre mundo y espiritualidad. En los relatos del peregrino Ruso, el relator, se afianza en el amor a  la vida, a la piedad, en la visualización del prójimo siempre en  Cristo.
El Reino se hace presente y no es de este mundo, pero el peregrino ya goza de ver                     la transfiguración de la naturaleza, privilegio que recibe al dedicarse a la oración del corazón,  como Teofano el Recluso, que todos los días celebraba la Liturgia en la Laura y luego en todo momento se dedicaba de lleno a la oración del corazón. Es el sentido de ver con los ojos espirituales que animan los patriarcas orientales y el papa Francisco: “En Jesús Dios se hizo el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, el Dios que camina a nuestro lado, que se ha mezclado en nuestras cosas, en nuestras casas.[i] Es vivir a las posibilidades que el espíritu nos descubre, en el reconocer al otro,  en la alegría del Evangelio, siempre actual.
El amor a María Doncella, es la piedad que nos acerca al cielo
 
Podemos indicar que hay tres métodos como técnica para aceptar la oración del corazón: ir alegres a la casa de Dios, entrar por la puerta y ser anunciadores
 
El templo es la casa de Dios, aunque El no mora en lugares hechos por manos humanas, se queda con nosotros. Es la aceptación, somos guardianes de un muro y nos dedicamos a la oración desde el estado religioso o laico. En la oración, el futuro, los valores, la muerte, el dolor viene a la mente pero con una perspectiva diferente. Es el Rey de nuestro corazón, que reina en nuestra inteligencia y voluntad para adherirnos más a Él.

El Templo, lugar de adoración a Dios.
Se ama al prójimo, al enfermo y necesitado, no se lo esconde,  porque estaríamos rechazando al mismo Cristo. El verdadero peregrino es aquel que recibe humildemente, lo que la Providencia le  regale.
En la oración hablamos con Dios de los secretos más profundos, no se quiere huir tras una superficialidad, o apegarnos a una norma que prohíbe el profundizar  lo que es el amor real-sacrificial y la relación con Cristo, el ortodoxo sabe que en la oración interior se alcanza la serenidad interior.
 
Se le dice no a la indiferencia, el sufrir a causa de este mundo se lo considera un crimen y sale al rescate  los paliativos médicos, estéticos, gimnasia, yoga, y un sin número de soluciones rápidas. Los sanatorios están lejos, escondidos de aquellos que están sanos, el ortodoxo acepta la Providencia y pide que se haga la voluntad de Dios. Es la respuesta al amor donado, siendo el peor drama el Amor no amado.
 
En esta época hay un gran miedo al cuerpo, se le teme, posiblemente porque la conciencia del cuerpo es anuncio de la muerte segura, entonces lo esperable es ignorarla en nuestra realidad, pero esa rueda (la muerte) sigue girando,  no se detiene y nos olvidamos que las campanas también tocan por nosotros. La oración del corazón nos anima a estar en Dios, en el tiempo de Dios, es el desahogo por el sacrificio, por los hechos vivos, valores concretos no desligados de la Persona Divina.
 
La puerta      
Cristo es la puerta de la tierra prometida, el centro de la existencia del peregrino es Cristo, su preocupación no es el ahora sino el cómo agradar a Dios.  Recomenzar desde Cristo es signo de mansedumbre, con el impulso del Espíritu Santo
 
Saber relacionarse, la decisiones que tomemos afectará nuestro futuro, se vive la existencia en la alegría que nos  propone el Evangelio, una opción libre que nos deja una huella indeleble, para vivir en el entendimiento  de la Iglesia.
Tomar las realidades experienciales en primera persona, el peregrino camina por los caminos de la Providencia.
 
La oración interior, en entrenamiento, disciplina y pedagogía, y la asistencia maternal de la enseñanza, como a un niño, es el cariño, propio del Espíritu Santo maestro interior.
Testificadores.
Dar a conocer la riqueza de la oración interior es lo que se propone el peregrino en su relato. Es Educativo para todo aquel que en la confianza quiere aprender esta breve oración, para  los sacerdotes, para los sabios, profesionales, labriegos,   es necesario, es vida.
 
Ordenar la vida humana, para entrar en la vida espiritual, para crecer es el estadio que nos enseña el peregrino.
 
La fe de peregrino, recibe una cimentación fuerte,  es el principio verdadero, inculcado  por su abuelo,  “ayudar al pobre, ser generoso ayudar a la Iglesia”, consejos que son  el  fundamento de su niñez que le ayudan a preparase para su futuro, recibe el cariño de sus progenitores y la sana enseñanza de la lectura bíblica y las practicas pías. La diversión, el trabajo, la familia,  que nos hace actores de este mundo, en la contemplación, encontramos el sentido ético y religioso de la religión pura, en el servicio y atención al sufriente, El apóstol Santiago nos enfatiza la importancia de la devoción sincera,  visitar a los huérfanos, atender a las viudas en sus tribulaciones” (Sant 1, 27), la religión pura es demostrar lo que se cree.
Otro punto es la relación del peregrino con su semejante:
 Personalizarse: queriendo decir, ser responsable y protagonista de lo que decimos, se es colaborador en la obra de Dios, que el hombre viva con intensidad su propia existencia. Hay una búsqueda de la verdad, donde el hombre no esquiva y se  hace responsable de su propia vida. Es el espíritu de unidad que se aspira, el pneuma, en la aceptación de reconocer al otro para conocerlo. El peregrino, toma en serio las palabras “mi casa es casa de oración”, no quiere que seamos  ladrones de este hermoso regalo de la oración.
Y comprueba que el rezo que hacemos más presente a Dios y en tener a Dios dentro de sí reforzado por la memoria, el Señor piensa constantemente en nosotros.
En los relatos del peregrino, la piedad va  del intelecto, al corazón y de ahí a la tierra, es ahí donde estamos nosotros. La fe que nos sostiene es  el resultado de las letras escritas con fuego en el corazón.
No se está solo, comenzamos a caminar en Cristo y con Cristo, apreciamos lo triste del Evangelio y nos proponemos hacerle compañía a Jesús. La oración del corazón deja una huella en nuestro interior, la constancia.  Nuestro corazón en las manos de Dios, refleja la confianza de hijo.
 
Ver las cosas en la realidad, es la respuesta de un amor concreto, lo que se espera de mí, en un rostro personal tanto del cristiano como de Cristo. Oramos en el nombre de Cristo cuando nuestros pensamientos son los pensamientos de Cristo y nuestros deseos son los deseos de Cristo, cuando sus palabras permanecen en nosotros (San Juan 15, 7). Los relatos nos trasmiten lo medular de la hesiquía, del estado del encuentro con Jesús en la oración “Señor Jesús, Hijo de Dios,  ten piedad de mi pecador”.  El punto clave, es aceptar el consejo de creer en el nombre de Cristo y podremos captar y entender con la intuición y la experiencia que “no podemos amar verdaderamente a Dios si no amamos a nuestros compañeros de viaje en este trayecto moral”[ii]. Ver las cosa con los ojos espirituales, es ver como las cosas son al reconocer las necesidades del otro,  que de otro modo no habríamos notado. Es llamativo que en la parábola, de las ovejas y las cabras,  ni los benditos ni los malditos habían reconocido al Salvador, en las personas que estaban sedientas hambrientas o en la cárcel, ¿cuándo te vimos? Es la pregunta que cada uno debe realizarse y responderse. El peregrino supo “ver” con los ojos empapados en Dios, las necesidades, el dolor, las angustias,  el niño que no sabe leer, la mujer enferma con una espina en su garganta, saber dar un consejo como a la mujer, incluso saber preguntar como hizo con el sabio maestro de escuela. Desde su estado seglar, supo bendecir y reconocer con los ojos espirituales: “lo que tengo te doy”, dio su tiempo, trabajó por el techo, talentos y palabras amables brotan desde el corazón, fruto de su encuentro y aprendizaje de Dios.
El peregrino camina, pero no solo por las estepas de la Rusia, por  los caminos del dolor, del clima, de la gente su refugio es el santo Nombre de Dios…
Es el camino Jericó, en  la Providencia, ¿cuál será nuestra experiencia?, ¿pasaré de largo, mirare para otro lado, al que ha caído y necesita de mi ayuda?,  ¿Seré de ayuda o me largare? El lema del peregrino en su constante oración, es “ve y haz tu lo mismo”, apreciamos la verdad de esta frase bíblica, al estar al servicio de semejante y de nuestro Dios, “es el mismo Dios viviente en nosotros, que encuentra a Dios en nuestro prójimo y le sonríe”.[iii] 
 
                             
 





[i]   Papa Francisco, SANTA MISA HOMILÍA DEL SANTO PADRE. Madison Square Garden, Nueva York. Viernes 25 de septiembre de 2015


[ii] W Christopher Waddell,  “La religión pura”, Lihaona,  abril 2015, pág. 28.


[iii] La vida en Dios. Original de un cartujo alemasn anónimo. Introducción a la vida espiritual. Sermones capitulares Cartujos. Publicado Friedrich kronseder, S. J. (1952). Prólogo de Juan Bautista Torelló Edit. Patmos pags. 102.

No hay comentarios:

Publicar un comentario