SER EN DIOS, la meta del peregrino.
Stephanos
En la
cotidianidad parecería que hay una lucha entre mundo y espiritualidad. En los
relatos del peregrino Ruso, el relator, se afianza en el amor a la vida, a la piedad, en la visualización del
prójimo siempre en Cristo.
El Reino se
hace presente y no es de este mundo, pero el peregrino ya goza de ver la transfiguración de la
naturaleza, privilegio que recibe al dedicarse a la oración del corazón, como Teofano el Recluso, que todos los días
celebraba la Liturgia en la Laura y luego en todo momento se dedicaba de lleno
a la oración del corazón. Es el sentido de ver con los ojos espirituales que
animan los patriarcas orientales y el papa Francisco: “En Jesús Dios se hizo el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, el Dios que
camina a nuestro lado, que se ha mezclado en nuestras cosas, en nuestras casas.[i]
Es vivir a las posibilidades que el espíritu nos descubre, en el reconocer
al otro, en la alegría del Evangelio,
siempre actual.
El amor a María Doncella, es la piedad que nos acerca al cielo |
Podemos
indicar que hay tres métodos como técnica para aceptar la oración del corazón:
ir alegres a la casa de Dios, entrar por la puerta y ser anunciadores
El
templo es la casa de
Dios, aunque El no mora en lugares hechos por manos humanas, se queda con
nosotros. Es la aceptación, somos guardianes de un muro y nos dedicamos a la
oración desde el estado religioso o laico. En la oración, el futuro, los
valores, la muerte, el dolor viene a la mente pero con una perspectiva
diferente. Es el Rey de nuestro corazón, que reina en nuestra inteligencia y
voluntad para adherirnos más a Él.
Se ama al
prójimo, al enfermo y necesitado, no se lo esconde, porque estaríamos rechazando al mismo Cristo. El
verdadero peregrino es aquel que recibe humildemente, lo que la Providencia le regale.
En la oración
hablamos con Dios de los secretos más profundos, no se quiere huir tras una superficialidad,
o apegarnos a una norma que prohíbe el profundizar lo que es el amor real-sacrificial y la
relación con Cristo, el ortodoxo sabe que en la oración interior se alcanza la
serenidad interior.
Se le dice no
a la indiferencia, el sufrir a causa de este mundo se lo considera un crimen y
sale al rescate los paliativos médicos,
estéticos, gimnasia, yoga, y un sin número de soluciones rápidas. Los
sanatorios están lejos, escondidos de aquellos que están sanos, el ortodoxo
acepta la Providencia y pide que se haga la voluntad de Dios. Es la respuesta
al amor donado, siendo el peor drama el Amor no amado.
En esta época
hay un gran miedo al cuerpo, se le teme, posiblemente porque la conciencia del
cuerpo es anuncio de la muerte segura, entonces lo esperable es ignorarla en
nuestra realidad, pero esa rueda (la muerte) sigue girando, no se detiene y nos olvidamos que las campanas
también tocan por nosotros. La oración del corazón nos anima a estar en Dios,
en el tiempo de Dios, es el desahogo por el sacrificio, por los hechos vivos,
valores concretos no desligados de la Persona Divina.
La puerta
Cristo es la
puerta de la tierra prometida, el centro de la existencia del peregrino es
Cristo, su preocupación no es el ahora sino el cómo agradar a Dios. Recomenzar desde Cristo es signo de
mansedumbre, con el impulso del Espíritu Santo
Saber
relacionarse, la decisiones que tomemos afectará nuestro futuro, se vive la
existencia en la alegría que nos propone
el Evangelio, una opción libre que nos deja una huella indeleble, para vivir en
el entendimiento de la Iglesia.
Tomar las
realidades experienciales en primera persona, el peregrino camina por los
caminos de la Providencia.
La oración
interior, en entrenamiento, disciplina y pedagogía, y la asistencia maternal de
la enseñanza, como a un niño, es el cariño, propio del Espíritu Santo maestro
interior.
Testificadores.
Dar a conocer
la riqueza de la oración interior es lo que se propone el peregrino en su
relato. Es Educativo para todo aquel que en la confianza quiere aprender esta
breve oración, para los sacerdotes, para
los sabios, profesionales, labriegos, es necesario, es vida.
Ordenar la
vida humana, para entrar en la vida espiritual, para crecer es el estadio que
nos enseña el peregrino.
La fe de
peregrino, recibe una cimentación fuerte,
es el principio verdadero, inculcado por su abuelo,
“ayudar al pobre, ser generoso ayudar a la Iglesia”, consejos que son el
fundamento de su niñez que le ayudan a preparase para su futuro, recibe
el cariño de sus progenitores y la sana enseñanza de la lectura bíblica y las
practicas pías. La diversión, el trabajo, la familia, que nos hace actores de este mundo, en la
contemplación, encontramos el sentido ético y religioso de la religión pura, en
el servicio y atención al sufriente, El apóstol Santiago nos enfatiza la
importancia de la devoción sincera, visitar a los huérfanos, atender a las viudas
en sus tribulaciones” (Sant 1, 27), la religión pura es demostrar lo que se cree.
Otro punto es la relación del peregrino con su semejante:
Personalizarse: queriendo decir, ser
responsable y protagonista de lo que decimos, se es colaborador en la obra de
Dios, que el hombre viva con intensidad su propia existencia. Hay una búsqueda
de la verdad, donde el hombre no esquiva y se hace responsable de su propia vida. Es el
espíritu de unidad que se aspira, el pneuma, en la aceptación de reconocer al
otro para conocerlo. El peregrino, toma en serio las palabras “mi casa es casa
de oración”, no quiere que seamos ladrones
de este hermoso regalo de la oración.
Y comprueba
que el rezo que hacemos más presente a Dios y en tener a Dios dentro de sí
reforzado por la memoria, el Señor piensa constantemente en nosotros.
En los relatos
del peregrino, la piedad va del
intelecto, al corazón y de ahí a la tierra, es ahí donde estamos nosotros. La
fe que nos sostiene es el resultado de
las letras escritas con fuego en el corazón.
No se está
solo, comenzamos a caminar en Cristo y con Cristo, apreciamos lo triste del Evangelio
y nos proponemos hacerle compañía a Jesús. La oración del corazón deja una
huella en nuestro interior, la constancia.
Nuestro corazón en las manos de Dios, refleja la confianza de hijo.
Ver las cosas
en la realidad, es la respuesta de un amor concreto, lo que se espera de mí, en
un rostro personal tanto del cristiano como de Cristo. Oramos en el nombre de Cristo
cuando nuestros pensamientos son los pensamientos de Cristo y nuestros deseos
son los deseos de Cristo, cuando sus palabras permanecen en nosotros (San Juan
15, 7). Los relatos nos trasmiten lo medular de la hesiquía, del estado del encuentro
con Jesús en la oración “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mi pecador”. El punto clave, es aceptar el consejo de creer
en el nombre de Cristo y podremos captar y entender con la intuición y la
experiencia que “no podemos amar verdaderamente a Dios si no amamos a nuestros
compañeros de viaje en este trayecto moral”[ii]. Ver
las cosa con los ojos espirituales, es ver como las cosas son al reconocer las
necesidades del otro, que de otro modo
no habríamos notado. Es llamativo que en la parábola, de las ovejas y las
cabras, ni los benditos ni los malditos
habían reconocido al Salvador, en las personas que estaban sedientas
hambrientas o en la cárcel, ¿cuándo te vimos? Es la pregunta que cada uno debe
realizarse y responderse. El peregrino supo “ver” con los ojos empapados en
Dios, las necesidades, el dolor, las angustias, el niño que no sabe leer, la mujer enferma con
una espina en su garganta, saber dar un consejo como a la mujer, incluso saber
preguntar como hizo con el sabio maestro de escuela. Desde su estado seglar,
supo bendecir y reconocer con los ojos espirituales: “lo que tengo te doy”, dio
su tiempo, trabajó por el techo, talentos y palabras amables brotan desde el corazón,
fruto de su encuentro y aprendizaje de Dios.
El peregrino camina,
pero no solo por las estepas de la Rusia, por los caminos del dolor, del clima, de la gente
su refugio es el santo Nombre de Dios…
Es el camino
Jericó, en la Providencia, ¿cuál será
nuestra experiencia?, ¿pasaré de largo, mirare para otro
lado, al que ha caído y necesita de mi ayuda?, ¿Seré de ayuda o me largare? El lema del peregrino
en su constante oración, es “ve y haz tu
lo mismo”, apreciamos la verdad de esta frase bíblica, al estar al servicio
de semejante y de nuestro Dios, “es el mismo Dios viviente en nosotros, que encuentra
a Dios en nuestro prójimo y le sonríe”.[iii]
[i]
Papa Francisco, SANTA MISA HOMILÍA DEL SANTO PADRE. Madison Square Garden, Nueva York. Viernes 25 de septiembre de 2015
[iii] La vida en Dios. Original de un cartujo alemasn
anónimo. Introducción a la vida espiritual. Sermones capitulares Cartujos.
Publicado Friedrich kronseder, S. J. (1952). Prólogo de Juan Bautista Torelló
Edit. Patmos pags. 102.