Estudio nº 2: De como el Espíritu Santo desde la creación
en La Divina Liturgia, corrobora la asamblea, las buenas obras y la
conversión del corazón.
Stephanos
El
abrir los oídos, poseer una mentalidad
del Reino, refiere a realizar una lectura de los profetas y a Jesucristo, en La
Liturgia si nos dejamos llevar no dejaremos que los malos pensamientos afloren
como la insensatez, o lo que contamina, recordemos a los fariseos,
ellos cumplían pero se olvidaron de lo esencial, su prioridad en la adoración
al Dios único y verdadero era el cumplimiento veraz de sus tradiciones, con un corazón de concupiscencias donde el
amor y la misericordia eran llevadas por el viento sin medir sus consecuencias.
El apóstol san Pedro nos anima con sus palabras que a Jesús “Dios lo hizo Señor y Cristo”, enviando el Espíritu Santo prometido, un poder
detrás, que precede a la ley natural,
soplando como en el principio de la creación, su espíritu, esto es causa del
venir de la vida divina, compartiéndose en la forma de los Santos Dones, ya en la creación el hombre fue llamado a
compartir en cierta medida el aliento vital de Dios (Génesis 2, 7), somos logoi como se dijo en el articulo
anterior (1). Es conveniente aceptar esta doctrina
para nuestra vida, el espíritu que actuaba en Cristo y en los apóstoles como en
los santos, en los mártires y confesores, vírgenes, y reyes, es el mismo que actúa
( ) en vosotros, y que permite realizar los signos de Dios, del Reino, de amor
justicia y paz, que esta ya esta en el mundo, en un anticipo en la Iglesia,
siendo la novedad el mismísimo Reino, El Espíritu Santo nos acerca al misterio
de Dios y nos hace comprender quien es
Dios
El habitáculo de los Santos Dones, el Artophorion, la custodia de la iglesia |
Con
La Divina Liturgia aprendemos que la era apostólica no cesó, tenemos su
promesa, (Efesios 4, 11) se predica, Dios va a enviar, Dios ya lo ha establecido, Dios tiene la respuesta
y nosotros la actitud de “perseverar en
la doctrina”, pidiendo por la paz del espíritu y la salvación del alma. El
estar comprometido, predicar la palabra el dar la vida por Cristo es la mejor
predicación.
Rezamos
en las Letanias: solicitando por el don de la fraternidad
a.- “Por la paz que
viene desde lo alto y la salvación de nuestras almas...
b.- "Por la
paz del mundo entero..."
c.- "El
bienestar de las Santas Iglesias de Dios…. por la unión de todos”
d.- Por "este
santo templo”
e.- Rezamos por los
"patriarcas, metropolitanos, arzobispos y obispos,"
f.- oramos para tener
un amor cristiano veraz, sensible, aceptando el beso del leproso.
g.- Recurrimos en la
letanía a la intercesión poderosísima de la Doncella María, “y con todos los
santos”, proclamando a viva voz su ayuda, encomendándonos unos a otros a Jesucristo para que nos conduzca Él en su santa voluntad
para ser signos e instrumentos de la compasión
El amor a María Doncella |
El
cumplimiento del corazón, elegimos con
nuestras actitudes como actuamos ante las mentiras, el descreer, el diálogo el
velo queda en el olvido.
Obedecer
a la sensibilidad a los deseos del Espíritu Santo.
Se entonan las antífonas una a la vez por parte del clero el Salmo 102 y 145 siendo
representativos, en los designios de
Dios de que nadie se preocupe, se
representa las buenas obras de Dios a los hombres, el discípulo fiel,
“glorifica”, “bendice” al Señor por la
salud y los bienes recibidos, limpiado,
otorgando sanidad de nuestras dolencias. "Digamos
todos con toda el alma y con toda nuestra mente digamos."
En
La Liturgia se nos insta a arrepentirse y rogad humildemente el perdón de los
pecados, actuando el espíritu compungido en el corazón (el alma), en cada fiel
en la misericordia. Luego se entona el tropario (dominical, de la festividad, o
del santo) y otros cantos, mientras tanto el sacerdote, en silencio ora solicitando al Padre Celestial, alabado por los
querubines y los serafines, recibir de nosotros el canto (triságion) angelical, perdonar (en la misericordia) los
pecados, santificarnos y darnos fuerzas para servir correctamente a Él; El Señor nos toma en sus manos y nos sumerge en su amor,
es el baño de la redención, de purificación y de un nuevo nacimiento. El
final de esta oración: "Porque eres
Santo, ¡oh, Dios nuestro! Y a ti elevamos gloria, Padre, Hijo Y Espíritu Santo,
ahora y siempre por los siglos de los siglos, amén", la pronuncia en
voz alta. Con una actitud modesta pero afianzada en la esperanza reconocemos
los pecados que realizamos, ser perdonadores, confiando en La Divina
Providencia y ejerciendo la caridad concreta, con las palabras “catecúmenos salid”, (aunque ahora está en deshuso) es un pedido firme
de reconocer como debemos presentarnos ante Dios con un corazón limpio y
agradable a su mirada.
Los Muy Reverendos sacerdotes, en el Akhatistos |
De
este modo el escogido, como creyente “busca el Reino y su justicia” (San
Mateo 6, 33) dependiendo de Dios, abandonándose
en sus manos, que es lo mejor de Dios para mi.
Congregarse
en asamblea de fieles, estimularse a las buenas obras y a la comunión fraterna
unos a otros, en el gobierno del Espíritu Santo, es Él celoso y nos pide
arrepentimiento, nosotros tenemos que ser celosos de la Palabra de Dios tenerla
en la más alta estima, lo apreciamos cuando el diácono se para delante de las Puerta Reales y con fuerza proclama ¡sabiduría estemos atentos! el respeto
en nuestra actitud y postura al mirar a
las Santas Escrituras, al Evangelio como al mismísimo Jesucristo, la cabeza
ligeramente inclinada persignarse antes y después de las lecturas y hacer tres
reverencias, el coro entona:
"Venid, inclinémonos y postrémonos ante Cristo. Sálvanos ¡oh, Hijo de
Dios! resucitado de entre los muertos, a los que te cantamos: Aleluya."
Dios
hiere, toca nuestro corazón lo
transforma colocándonos un corazón de carne, solicitando en oración un espíritu nuevo para hacer la voluntad de Dios,
prometiendo enmendar nuestro camino con la firme convicción de mejorar como
personas, vivir como iglesia, es el Espíritu que nos guía en la oración, el
alma de nuestra esperanza y el oasis de nuestro gozo.
El amor a la Divina Liturgia surge del dinamismo del amor de Dios. |
La
hondura de la fe, es revelarnos a Cristo
muerto y resucitado, hablamos de el con generosidad y hospitalidad, nos impulsa
el testimonio de la convicción, “yo se que mi Señor vive”, valentía y audacia
son dos virtudes necesarias para esparcir el mensaje, respaldado con la fuerzas
del Espíritu. El Señor confía su Iglesia confía en nosotros, es la enseñanza
que aprendeos de La Divina Liturgia, y no nos desampara (Efesios 4, 5), el
camino del bien se llama el del amor
El Muy Rev Pater Gregory en la homilía. |